Manuel Falces "Cabo de gata"

viernes, 31 de agosto de 2012

Poemas lisiados¹ o la mirada del animal

Publicado en GRUNDmagazine n.2                                                                    


Con plenos ojos ve la criatura
lo abierto. Nuestros ojos están vueltos
del revés, rodeando la salida
abierta, colocados como trampas.
Sabemos lo de fuera solamente
por el rostro del animal. Ya al niño
le torcemos, obligando a que mire
atrás la formación, y no lo abierto,
tan profundo en el animal.
Rilke

Jorge Riechmann nos acaba de obsequiar con la publicación de Poemas lisiados, un nuevo poemario que, de la mano de La Oveja Roja, ha sido maquetado sobre la base de un pequeño cuaderno con hojas a cuadros en el que aparecen poemas impresos junto a otros poemas manuscritos en tinta negra por el autor. Todo un canto a la vida y una llamada al despertar de las conciencias en estos tiempos oscuros.

«Somos / palabra», nos dice uno de los primeros poemas; a partir de la certeza de que es a través del lenguaje que existimos va a articularse todo el poemario. Somos en la medida en que nombramos, hay un afuera en la medida en que podemos decirlo. Somos lenguaje. Sin embargo, «Palabra / que miente», nos dice Riechmann. Recorre todo el poemario la conciencia de que también es ese lenguaje, el mismo que nos hace existir, el que nos aleja del mundo. Al nombrar las cosas nos estamos alejando de ellas, nos separamos del mundo. Y es ahí donde brota la palabra poética, en la frontera entre el lenguaje y el decir.

Poemas lisiados. Porque somos seres limitados, como limitado es nuestro lenguaje. Pienso en las Elegías de Duino de Rilke. En la “Octava Elegía” el poeta habla de cómo el hombre pertenece al mundo de Lo Abierto en menor medida que los otros animales. Con todos sus ojos los animales ven Lo Abierto, el animal está ahí donde mira, pertenece a la cosa misma. El hombre, en cambio, tiene los ojos vueltos del revés, solo es capaz de ver la totalidad a través de los ojos del animal. El mundo que puede ver el hombre va a pasar siempre por el reflejo de la conciencia, será siempre una representación que nos excluirá de ese mundo real. Desligados del aquí y del ahora, apartados de la realidad por nuestra mirada. Poemas lisiados, minusválidos. Y nosotros, animales enfermos.

Enfermos de límites y de hybris, excluidos del mundo de las relaciones, no solo por nuestra conciencia y nuestra temporalidad, sino también por ese sistema -enfermo también- que lo envilece y nos envilece, que incita a la dominación de los más fuertes sobre los más débiles, devasta los bosques y la naturaleza, mercantiliza los cuerpos y nos convierte en seres insatisfechos. Poemas para no resignarse, para ser capaces de sentir compasión los unos por los otros, para volver de nuevo la mirada a ese lugar que nos ha sido arrebatado, «para llegar a ser / de alguna forma / humanos».

«¿No veis lo que está pasando? ¡Despertad!», esta es la pintada en una pared que aparece como imagen en la portada del poemario. Hay una llamada a volver la mirada hacia esa realidad que está ahí, una llamada a actuar a pesar de saber que las palabras no bastan. Aparece la imagen del poeta como un corredor de fondo, que se cae y se alza, y sigue adelante. «Qué grande la tentación de enmudecer»”, nos dice un poema. Y sin embargo el poeta va a seguir diciendo, va seguir nombrando con la única herramienta que tiene, la palabra lisiada. Palabra lisiada o lengua caída, que pone de manifiesto los límites del decir.

Consciente de la impureza de las palabras, de su desgaste y del apoderamiento de algunas de ellas por parte del poder, va a ser, la palabra de Riechmann, una palabra descalza, «descalzos los poemas», o esa «poesía -en cierta forma- vegetariana» que aparece en El común de los mortales², poemario publicado hace apenas unos meses. No hay en Riechmann la pretensión mística de la vuelta a una palabra “originaria”, no está esa palabra ontológica, creadora de verdad. Tampoco la palabra es en su poesía un medio de conocimiento. Lejos de utilizar el lenguaje con función instrumental, podemos decir que el poeta deviene alquimista -o “traductor”, en el sentido benjaminiano del término («la traducción lo es ante todo de la lengua de las cosas a la lengua del hombre, como traducción de lo mudo a lo sonoro, y de lo carente de nombre al nombre.»³).

Así, el nombrar de Riechmann se convierte en ese espacio que nos obliga a doblar la mirada, donde el ser de la naturaleza y de las cosas se manifiesta y se expresa en él. También es ahí donde se revelará el ser y la intimidad del sujeto. Será en la frontera del sentido donde la palabra poética, al modo de la mirada del animal, nos permitirá acceder a Lo Abierto, donde será posible la comunión con la naturaleza, el «El deseo / de hacer visible / lo oculto».

Ese «estar ahí / como si uno no estuviera ahí» de Riechmann nos insta precisamente a romper el territorio de la significación para entrar formar parte de lo viviente. Será en el amor -presente en todo el poemario-, en la compasión, en el trato con los animales, en la mirada estupefacta de una muchacha ante la belleza de la naturaleza, donde tomará forma el espacio de lo posible. Lejos de la evasión -«No dejes de mirar ahí»- Riechmann va a denunciar el horror y la barbarie de un sistema que pretende destruir todo aquello que no puede convertir en mercancía, que pretende alejarnos del universo de lo vivo, de lo humano. Así, la tarea del poeta se convierte en una tarea de resistencia. Es aquí donde aparece la dimensión ética de la poesía, porque «falta lenguaje / para decir / el horror que viene».

Corredor de fondo, poeta-partisano, animal poético y político, lo que el poeta  va a tratar es decir en la verdad, lo que solo es posible habitando la realidad, lo que solo es posible en el Ahí. Poemas lisiados, poemas para recabar con los otros furor y misterio, tal como quería otro partisano poético, René Char, carne de la carne de Jorge Riechmann.

Notas:
1.    RIECHMANN, Jorge. Poemas lisiados, La Oveja Roja, Madrid, 2012.
2.    RIECHMANN, Jorge, El común de los mortales, Barcelona, Tusquets, 2011.
3.    BENJAMIN, Walter, “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres” en Iluminaciones IV, Madrid, Taurus, 1999, p. 101.


SELECCIÓN DE POEMAS


Cuatro horas de televisión en promedio

para cada uno de los españoles cada día

en la era de la TDT

Se multiplican las pantallas brillantes

de nuestra servidumbre voluntaria

y los expertos constatan:

pese a la avalancha de nuestros canales

los contenidos han empobrecido

aunque la televisión se ve más que nunca

En la larga y muy rica historia natural

del tercer chimpancé

¿tendrá la última palabra

la sociología de la dominación?

O quizá haya

a pesar de los pesares una circunstancia

trascendental y minúscula y evidente y secreta

que no entra en sus cálculos:

una sola

palabra

verdadera

elimina mil años de mentiras

y cada uno de nosotros

de nosotras

lo sabe

en las alforjas de su corazón

 
*****

 
Como la aceña y el río

moliendo cereal de vida,

cebada y maíz y espelta,

trabajando... ¿Lograremos

volver a amar lo difícil?

 
*****


La redundante expresión

tiempo real

No hay nada más real:

ayer mañana hoy

Nuestro problema

es tratar de acompasar el plazo humano

a tanta realidad

 
*****


El deseo

de hacer visible

lo oculto

no como el sádico Sacamantecas

que persigue el secreto de los cuerpos

violando eviscerando mutilando

sino como esas criaturas mágicas

-pájaros saltamontes gatos salmones nutrias-

que interceden para que se manifieste

la escondida senda que nos encamina fuera

del bosque el río el laberinto

o nos adentra en él

 
*****
 

No se puede estar

en la poesía

acampar ni echar cimientos en ese limo nocturno

en esa docta intemperie tan esquiva

No se pueden atesorar méritos ni culpas

no puede uno cubrirse

con tal abrigo de lluvia y trueno y arcoiris

Pero se pueden

aledaños

cercanías

inminencias

un espacio donde no estar

 

*****

 
No

ceder

ante Tánatos


ni un grano de maíz

ni una gota de sangre

ni una sílaba:


no

ceder



*****


Desde tus ojos

exhausta lluvia lenta,

y desde el cielo


Caer y alzarse.

Corredores de fondo,

caer y alzarse